Lee la transcripción del devocional en vídeo de hoy.
¿Sabías que la Biblia habla de dos tipos de miedo? El primero es el miedo a la culpa, que consiste en sentir temor. Lo vemos al principio del libro, en Génesis, capítulo 3. Después de que Adán y Eva pecaron, se dice que estaban desnudos y asustados. Se escondían de Dios. Sabían que habían hecho algo malo y no querían ser descubiertos.
Miedo culpable
Seguro que alguna vez has hecho algo mal —sabes que lo hiciste mal— y tienes miedo. Miedo a las consecuencias. El otro día tuve que explicárselo a mi hijo. Estaba buscando mi identificación antes de ir a trabajar, porque no puedo entrar sin ella. La dejo en el mismo sitio todos los días al llegar a casa, para que me esté esperando al día siguiente. Esa mañana en concreto no estaba, y presentía que mi hijo la había cogido. Pero cada vez que le preguntaba, decía que no. No quería avergonzarlo y quería confiar en él. Así que fui a trabajar. Me prestaron una identificación, y luego volví a casa y pensé: ¿sabes qué? Quizá le pregunte una vez más.
Me senté con él y le pregunté: «Oye, ¿te llevaste mi placa?». Se notaba en sus ojos que ocultaba algo. Le dije: «Amigo, no te preocupes, no me voy a enfadar. Solo te agradecería que fueras sincero. ¿Sabes dónde está mi placa?». Y me contestó: «Bueno, ya sabes, quizá esté en la habitación de invitados, en el sofá, entre los cojines». Le dije: «¿Y cómo lo sabes?». Me miró y dijo: «Bueno, puede que la haya puesto ahí».
Mira, en ese momento me tenía miedo. En cuanto entendió que no iba a castigarlo, que no iba a gritarle y que no iba a enfadarme, cambió su forma de reaccionar ante las malas acciones.
Miedo saludable
La Biblia también habla de otro tipo de temor, un temor que debemos tener a Dios, un temor sano. De eso trata el versículo de hoy, que se encuentra en Proverbios 9:10: «El temor del Señor es el fundamento de la sabiduría; el conocimiento del Santísimo conduce al buen juicio». Este es el tipo de temor que Dios quiere que le tengamos: no miedo al castigo ni a las consecuencias del pecado, sino reverencia y respeto.
Pienso a menudo en este temor cuando recuerdo mis días como pastor de jóvenes. Hay un montón de chicos corriendo por todas partes, y sobre todo en los campamentos, es muy difícil controlarlos. Es como arrear gatos. Tienes a cientos de ellos jugando, y luego intentas llevarlos a la capilla. Con suerte, estarán adorando al Señor, pero de vez en cuando se descontrolan y tratas de encontrarlos en ese mar de caos, y entonces recurres a lo que se llama la voz del pastor de jóvenes. No se trata de gritar ni de ser agresivo. Hay un tono firme que, al usarlo, hace que los chicos que ya conocen tu voz se detengan, te miren y respondan, no porque te tengan miedo, sino porque han aprendido a confiar en tu autoridad.
En una escala muy pequeña, así es con Dios. Al comprender su autoridad y confiar en él, sabemos que tiene el poder de castigarnos, pero vemos que, en cambio, usa ese poder para nuestro bien. Esto nos permite desarrollar un temor reverente a Dios. Es este temor el que, según la Biblia, es el principio de la sabiduría.
Creciendo en sabiduría
Deseo que todos desarrollemos este tipo de temor reverente hacia Dios. No quiero que pasemos la vida perdiéndonos una parte tan hermosa de nuestra relación con Él, porque nuestra idea del temor suele tener una connotación negativa. El temor reverente que podemos tener hacia Dios nos lleva a una vida muy plena, pues nos ayuda a usar la sabiduría y a ejercer el buen juicio.
A cada uno de nosotros, simplemente les diría: dediquen tiempo a observar cómo Dios usa su poder para el bien. Dediquen tiempo a cultivar una relación personal con Él, confiando en su autoridad. A medida que crezca ese temor reverencial, vean cómo aumenta su sabiduría y cómo les ayuda a discernir mejor el mundo que les rodea, para que podamos vivir con reverencia y honra a nuestro gran Dios, y llevar vidas santas y agradables como sacrificios para Él.
