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¿Alguna vez te has preguntado cuánto de tu vida dedicas a las cosas pasajeras? ¿O cuánto a las cosas eternas? Piensa en esto un momento desde la perspectiva de Dios. El primer versículo de la Biblia: «En el principio, Dios». En el principio, Dios. Dios siempre ha estado aquí. Siempre ha estado aquí. Siempre estará. Es infinito. Piensa de nuevo: ¿para qué vives? ¿Cuánto de tu vida dedicas a la eternidad? ¿Cuánto al aquí y al ahora?
Nuestro versículo del día proviene de 1 Juan capítulo 2, versículo 17: "Y este mundo se desvanece, junto con todo lo que el hombre desea. Pero el que hace la voluntad de Dios vivirá para siempre."
Dos razones para vivir por lo que realmente perdura
En resumen, nuestro versículo nos da dos razones para vivir de acuerdo con lo que realmente perdura. Para darles contexto, 1 Juan habla de las pruebas de la verdadera fe. Nos habla de la autenticidad de nuestra fe, de lo que debe haber en nuestra vida: obediencia, amor al prójimo y no amar al mundo. Estas son las cosas que demuestran que realmente amamos a Dios. En segundo lugar, quiere que tengamos la certeza de nuestra fe. 1 Juan capítulo 5 dice: «Les escribo esto para que sepan que tienen vida eterna». ¿No es maravilloso saberlo? Dios quiere que sepamos que tenemos vida eterna.
Tengo varios hijos, y una de las cosas que quería que supieran era que los amo. Muchas veces —aún lo hago hoy— los miro y les digo: «Los amo pase lo que pase». No quiero que duden de mi amor. Soy un padre imperfecto, un progenitor imperfecto y un ser humano imperfecto. ¿Cuánto más desea Dios que tengamos la certeza de nuestra fe?
La primera razón por la que podemos vivir por lo eterno es que el mundo se está desvaneciendo.
Lo dice claramente el versículo: «Y este mundo se desvanece, junto con todo lo que el hombre anhela». Es divertido estar en este mundo. Amamos las relaciones, la familia, los amigos, el trabajo, la aventura, el placer, todo tipo de cosas divertidas que podemos disfrutar en este mundo. Pero al final, el mundo y sus deseos se desvanecen. Queremos asegurarnos de comprender que el mundo se desvanece.
En segundo lugar, la voluntad de Dios es eterna.
Ahí mismo lo dice el versículo: «Pero el que hace la voluntad de Dios vivirá para siempre». En otras palabras, cuando vives tu vida, cada momento, cada cosa que haces, si es por algo eterno, vale la pena. Si no lo es, pues no vale la pena.
Aplicándolo a nuestras vidas
¿Qué hacemos con estos dos versículos? La voluntad de Dios es eterna. El mundo se desvanece. ¿Cómo aplicamos esto a nuestra vida personal? Si el mundo se desvanece, huyan de las pasiones juveniles. Timoteo dijo: «Huyan de las pasiones juveniles». Huyan de las cosas que se desvanecen, de las cosas que la gente anhela. Huyan de estas cosas.
En Eclesiastés, capítulo 12, versículos 13 y 14, dice —y esto lo dice Salomón, el hombre más sabio que jamás haya existido—: «Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre». Fíjense en lo que dice a continuación: «Porque Dios juzgará toda obra, sea buena o mala». Conecta nuestra forma de vida actual con el futuro en el que un día compareceremos ante Dios.
Ahora bien, si conoces al Señor Jesucristo, espero que te sientas animado. Y si conoces al Señor Jesucristo y has nacido de nuevo, puedes tener la certeza de que todos y cada uno de tus pecados —pasados, presentes y futuros— han sido completamente pagados. Compareceremos ante el tribunal de Cristo y recibiremos nuestra recompensa. Si hemos pecado durante esos años de nuestra vida, gracias a Dios, Cristo ya se ha ocupado de ese pecado cuando comparezcamos ante Él para recibir nuestra recompensa.
Al reflexionar sobre tu vida, procuremos ser de esas personas que no viven para un mundo que, inevitablemente, desaparece. Seamos esas personas —esos hombres, mujeres y familias— que viven para la voluntad de Dios eternamente. Dios es eterno. Vivamos para Él.
