Lea la transcripción del video devocional de hoy.
Una de mis mayores dificultades sociales es no monopolizar las conversaciones. No es que no me guste escuchar a los demás. De hecho, me encanta escucharlos. Es solo que a menudo me gusta aún más hablar. Siento que tengo tantas ideas que quiero compartir que me cuesta mucho contenerlas, pero ese tipo de comunicación unidireccional no contribuye a una buena conversación y, con el tiempo, empeora las relaciones.
Verás, las buenas relaciones se basan en una comunicación bidireccional saludable. A lo largo de los años, he practicado mucho la creación de ritmos de conversación saludables, un patrón de compartir mis pensamientos, pero luego sentarme a escuchar atentamente lo que los demás quieren decirme. Es este tipo de práctica la que deberíamos implementar en nuestra vida espiritual en cuanto a cómo hablamos con Dios.
Nuestro Versículo del Día de hoy es el Salmo capítulo 5 versículo 3. Dice:
Escucha mi voz por la mañana, Señor. Cada mañana te presento mis peticiones y espero con ansias.
El equilibrio entre hablar y escuchar
Al principio, este Salmo puede parecer un poco exigente. Señor, escucha mis peticiones por la mañana. Es casi pedirle a Dios con esta fuerza que abra sus oídos para escuchar lo que tenemos que decir, porque solo queremos hablarle. A veces, así es como nos acercamos a Dios. Lo que leemos en la segunda mitad de este Salmo es muy importante para nosotros a la hora de construir este ritmo conversacional.
No solo escuchamos a David decirle al Señor que escuche su voz por la mañana, sino que también le añade este concepto tan importante al final. Dice: "Porque espero con ansias". ¿Con qué frecuencia llevamos nuestras peticiones a Dios, pidiéndole que nos escuche, pero luego nos tomamos el tiempo para esperar con ansias? Sé que, para mí, puede ser muy fácil despertarme por la mañana y orar por todo lo que tengo en mente, por todas las preocupaciones del día, y luego simplemente seguir con mis asuntos, esperando que el Señor resuelva todos mis problemas mientras yo apenas le presto atención.
Lo que David nos recuerda aquí es que, siempre que acudamos al Señor para hablar con él en oración, también debemos sentarnos en un lugar tranquilo, en un momento de silencio, escuchando atentamente lo que Él quiere compartir con nosotros. Porque esta es la comunicación sana que Dios desea tener con nosotros.
Tres claves para la oración conversacional
Mientras lo invitamos a entrar en nuestras vidas en estos momentos, aquí hay un par de consejos que quiero animarnos a tener en cuenta mientras construimos esta vida conversacional con Dios.
La primera es que antes de esperar que Dios actúe a nuestro alrededor , Él quiere actuar en nosotros. Con frecuencia nos acercamos a Dios como si fuera una máquina expendedora cósmica, simplemente pidiendo y exigiendo un cambio. Dios busca nuestro corazón y quiere que cambie primero, para que luego, mientras actúa a nuestro alrededor, nos enfoquemos en Él, recordándonos que todo gira en torno a su gloria para nuestro bien.
Lo segundo es recordar que, cuando escuches a Dios, escucha para aprender. No te limites a escuchar lo que quieres oír. Seguro que has conversado con alguien que dice lo que quiere decir y espera con ansias que termines de hablar para poder compartir lo siguiente. Me da mucha vergüenza la frecuencia con la que probablemente recurro a Dios así. Comparto algo que me preocupa y, en lugar de escuchar para aprender de Él, solo escucho lo que quiero oír, ignorando lo que Él quiere compartir conmigo. Abre tu corazón y tu mente para escuchar la voz genuina de Dios que responde a tus oraciones.
Por último, recuerda mantener una comunicación fluida. David no dice que solo ora cuando lo necesita. No ora solo cuando está en apuros o presa del pánico. Cada mañana acude a Dios y todo el día espera con expectación.
Acudamos a Dios. Compartamos lo que sentimos, pero luego aprendamos a escuchar. Dios quiere hablarnos a todos y cada uno de nosotros.